lunes, 9 de septiembre de 2013

QUIJOTE Y SENSIBILIDAD





       Este fin de semana ha sido agotador, y no solo físicamente. Me he dado cuenta de que mi implicación emocional cuando elaboro las tartas que me encargan es tanta que desgasta mis energías y me deja exhausta. Pero esa es precisamente la magia de este trabajo, que va mucho más allá de la cocina, del horno, de los ingredientes, porque está cargado con las emociones de las personas.






     Esta vez es una hija quien me encarga una tarta para su padre. Cumple nada menos que 87 años, ya no se encuentra en plena forma y quieren que sea algo inolvidable, muy especial. Es un apasionado de los libros, pero su favorito, por encima de todos, es El Quijote. Su hija me cuenta que cada día relee alguno de sus pasajes así que este será, sin duda, el motivo de la tarta. Zene, que así se llama la hija, me propone que modele a su padre, Carlos, vestido de Quijote. La idea me parece estupenda porque, además, según me explica, ha sido siempre un hombre muy vital y su aspecto, alto, delgado, con el pelo ligeramente largo y recogido en una coletita, casa perfectamente con el universal personaje de Cervantes.






     Me pongo a trabajar sobre una base de chocolate, vainilla y nueces. Modelo a Carlos vestido de Quijote junto a un molino y también algunas páginas del libro en las que escribo frases que extraigo de la novela.




                                   

      Mientras voy elaborando la tarta, recuerdo que Zene me ha dicho que confía en mí y que sabe que todo va a salir muy bien. Estas palabras me hacen trabajar con entrega, quiero que todo esté lo mejor posible porque se trata de una gran responsabilidad. Empatizo mucho con las personas que me hacen un encargo, sé que para ellas las tartas no son un regalo cualquiera, quieren que se conviertan en un recuerdo inolvidable, que reflejen la personalidad de quienes las reciben. Yo lo vivo de la misma manera.





       
     Por circunstancias, no pude hacer yo misma entrega de la tarta, pero sé que cuando Zene la vio se quedó sin palabras, lo sé porque además me lo puso en un mensaje. También me dijo que iban a comprar otra tarta porque no querían comérsela. ¡Nooooooooo!, les dije, mis tartas son para comérselas. Luego me contó que su padre, al verla no pudo hablar, lo primero que dijo fue: ¡Anda, soy yo! Y luego se puso a llorar.





                         
     Me emociono al contarlo. He pasado unos días hipersensible, aún lo estoy. Pero no importa, creo que esa hipersensibilidad me ayuda a crear, a captar mejor lo que  me encargan y a dar lo mejor de mí. Además noto cómo se forja entre nosotros un vínculo muy especial, es como si por un tiempo yo también formase parte de sus familias. Un vínculo que tarda un tiempo en romperse o que, quizá, ya nunca se rompe del todo.













1 comentario:

  1. Cada dia os superais un poco mas,ahora mismo no sabria decir que me gusta mas,si el texto o la foto de la tarta.Seguir asi transmitiendo vuestro buen hacer

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