Hoy mis pensamientos me han llevado hasta un pequeño pueblo de la región de La Provenza, Les Baux, al sur de Francia, donde la pintura se vive de una manera muy especial.
Cuando el espectador entra en este espacio accede a un mundo mágico donde, con el añadido de la música, se sumerge en las pinturas llegando a sentirse parte de ellas.En poco tiempo puedes pasar de encontrarte en la inmensidad del mar a respirar en el centro de un campo de flores, maravillarte en el interior de un palacio o compartir mesa con Felipe II.
Pero, como de momento no puedo sumergirme en una pintura, aunque me encantaría, voy a ver qué sensaciones experimento contemplando La Madonna Sixtina, de Rafael.
Antes, cuando miraba algo, solo observaba una imagen global de lo que tenía ante los ojos. Pero me he dado cuenta de que desde hace un tiempo mi manera de mirar ha cambiado. Ahora, cuando miro algo detenidamente, una flor, una persona, un árbol, un cuadro... y me dejo llevar por todo lo que me hace sentir, puedo experimentar muchas sensaciones que son difíciles de describir.
Hoy me he sentado delante del cuadro, me he fijado detenidamente en el detalle de los angelitos que aparecen apoyados en la balaustrada.
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